Presentada como una especie de solución final
a la concentración monopólica del sector, la iniciativa de reforma a la ley
correspondiente aborda los temas adecuados, pero especialistas y analistas
coinciden en que contiene trampas que pueden revertir la autonomía del Ifetel,
pondrán a sus comisionados en riesgo de captura, favorecerán al monopolio
televisivo y crearán nuevas inercias políticas en la asignación y refrendo de
las concesiones
Jenaro Villamil
Negociada a puerta
cerrada durante más de dos meses por un núcleo de especialistas, legisladores,
funcionarios del gobierno federal y dirigentes partidistas, integrantes del
Consejo Rector del Pacto por México, la reforma constitucional en materia de
telecomunicaciones y de radiodifusión ha sido presentada por sus promotores
como un “cambio histórico” equivalente, dicen, a “la caída del muro de Berlín”
y al fin de los monopolios en telefonía y televisión.
Advierten que por primera vez se incorporan a
los artículos 6 y 7 de la Constitución conceptos a favor de la libertad de
expresión, la prohibición de la “publicidad integrada” y también el acceso a
las nuevas tecnologías como un derecho universal.
En las reformas a los artículos 27 y 28 se
establece la conformación de un organismo autónomo que le quitará al Ejecutivo
federal la discrecionalidad en el otorgamiento y refrendo de concesiones.
El mismo presidente Enrique Peña Nieto lo
presumió así en la presentación de la iniciativa, el lunes 11 en el Museo
Tecnológico de la Comisión Federal de Electricidad, ante una audiencia
complaciente, con la destacada ausencia de los concesionarios y el optimismo
desbordado de quienes desde entonces consideran que ya se concretó la
democratización de los medios electrónicos.
“El Ejecutivo federal ya no será quien
otorgue las concesiones y permisos. Las decisiones en esta materia serán
técnicas y no políticas”, proclamó Peña Nieto al presentar la iniciativa que
será discutida y puede ser aprobada fast track en ambas cámaras del
Congreso.
Sin embargo, observadores y analistas
consultados por Proceso advierten en este postulado la primera
trampa de la reforma: el Ejecutivo federal no renuncia a la posibilidad de
intervenir en el otorgamiento, refrendo y revocación de las concesiones. Por el
contrario, se convierte en la “primera ventanilla” para el nuevo mecanismo.
El texto de la reforma al artículo 28
constitucional prescribe que le corresponde al Instituto Federal de
Telecomunicaciones (Ifetel), el nuevo organismo autónomo, “previa opinión no
vinculante del Ejecutivo Federal”, el otorgamiento, la revocación, así como la
autorización de cesiones o cambios de control accionario, titularidad u
operación de las sociedades relacionadas con concesiones en materia de
radiodifusión y telecomunicaciones.
Para el senador panista Javier Corral, que
apoya los cambios pero alerta acerca de los errores de la propuesta, se trata
de un “chipote presidencialista” innecesario que “lo único que introduce es un
elemento distorsionador de la autonomía plena”. Al día siguiente de la
presentación de la iniciativa, Corral argumentó:
“Si todo el proceso será jurídico y técnico,
¿qué tipo de opinión podría producir el presidente de la República? Pues una
opinión política, y creo que es exactamente lo que no quiere ni desea la
iniciativa.
“Si ya se tomó la decisión de un órgano
constitucional autónomo, hay que quitarle ese chipote presidencialista que
incorpora la opinión previa del presidente de la República, porque lo único que
va a hacer es tener entonces una doble ventanilla. Habrá a quienes no
satisfacen, o sí, los derechos de una concesión y van a ir a cabildear con el
presidente de la República una decisión que debe ser absolutamente técnica.
Creo que esta es una de las correcciones que debe hacerse (en la iniciativa)
para perfeccionarla”.
La directora de Observatel, Irene Levy, es
más contundente y afirma que la “opinión no vinculante” del Ejecutivo federal
echa abajo la tesis de la autonomía plena y genera una “doble ventanilla”, tal
como existe ahora entre la Secretaría de Comunicaciones y Transportes y la
Comisión Federal de Telecomunicaciones.
“Me parece escandaloso que el presidente
pueda opinar previamente. Si tenemos un organismo autónomo, ¿para qué se le
mete este candado?”, se pregunta.
–¿Puede generar una presión política? –se le
plantea.
–Sí, claro. Hay un riesgo de control
político. Nos están engañando. No es cierto que el Ejecutivo renuncie a su
facultad de intervenir en las licitaciones y concesiones.
Levy hace una analogía con el Instituto
Federal Electoral para advertir el riesgo de la injerencia presidencial:
“Pedirle una opinión previa no vinculante al Ejecutivo es tanto como si los
consejeros del IFE le pidieran al presidente de la República su opinión antes
de organizar las elecciones”.
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