miércoles, 13 de febrero de 2013

Oscar, de periodista a luchador y Rey Feo


Para ganar  la  monarquía del Carnaval de Guaymas 2009 desarrolló una envidiable estrategia para cualquier político en campaña

Fernando Villa Escárciga

Siempre con el ánimo por delante, Oscar Velderráin Herrera demuestra que aunque la vida suele dar costalazos a la adversidad se le gana con optimismo y trabajo: Por eso fue Rey, el Rey del Carnaval de Guaymas.

 Eso de los golpes a la vida no es un simple decir, pues ha sido desde mesero hasta mecánico, músico y taxista; desde periodista hasta practicante de lucha libre donde enfrenta terribles enemigos.

Además de los trancazos, de sufrir y aplicar llaves, de echar maromas sobre el ring, el joven periodista tiene un corazón tan pleno de bondad que no le cabe en el pecho.

De entrada, sobre el obtenido cetro de las carnestolendas en el 2009, aclara:

“No soy, ¿eh?”, dice en broma con fingida ronca voz para reafirmar su condición de varón y despejar dudas sobre los antecedentes de una corona durante años en hegemonía de representantes gays.

Golpes de la vida

Oscar es un muchacho muy popular en el puerto, donde se ha ganado el aprecio porque se reconoce su don de amistad, decencia y profesionalismo en su labor.

Por eso ganó de calle la elección para Rey Feo o Rey de la Alegría, como eufemísticamente le dicen ahora al monarca de las fiestas: como sea, Oscar cumple con creces ambos requisitos.

Nacido en la colonia Yucatán y hoy avecindado en La Periodista, tenía catorce años cuando la separación de sus padres, una de las etapas más tristes de su existir.

Más todavía, su hermano mayor partió de casa a labrar su destino en Puerto Peñasco y porque Amalia su señora madre debía trabajar, él quedó al cuidado de sus cinco hermanos.

“Imagínate, dejé de lado a todos mis amigos y al fútbol que tanto me gustaba; entre cuidar a mis hermanos, ayudar a mi mamá y sufragar los gastos de la escuela entré a trabajar a un taller de carrocería”, recuerda.

También laboró como mesero y ya más grande como cantinero en restaurantes: Eso sí, nunca se derrotó: “Aprendí en terreno apache a ser responsable”, dice con legítimo orgullo.

Nace “La Sombra…”

Y entre esas otras cosas apareció la lucha libre, afición que surgió luego de un dramático capítulo con golpes durante la transmisión de Entre Todos, ulular de sirenas policíacas y una doña que apareció en el set del programa.

Durante una entrevista “en vivo” a deportistas de la Liga de Lucha Libre, el director del programa Raúl Rodríguez dijo que Oscar consideraba ese deporte de a mentiras.

“¿Ah sí”, le dijo enfurecido “La Sombra II” que le empezó a sacar rosca en el pescuezo al tiempo que le daba trancazos; por la cara de asustado de Oscar algunas televidentes llamaron a la policía.

De ahí surgió la necesidad de elaborar varios reportajes sobre ese deporte y le gustó tanto que nació un nuevo luchador, el temible enmascarado “La Sombra de la sombra”.

Cuando lucha sin máscara le da vuelo a la imaginación y usa como alias su propio nombre, “Oscar Velderráin”, y entre ambas facetas protagonizó rudas contiendas, una de ellas en Hermosillo.

La estrategia

Y apareció la búsqueda del reinado del Carnaval a propósito de un reto que le impuso su amigo Raúl luego de vencerlo en feroz competencia de balero.

Agobiado por la presión del respetable decidió cumplir y el último día establecido en la convocatoria se inscribió como candidato a Rey Feo del Carnaval de Guaymas 2009.

Taxistas, eloteros, changarreros, transeúntes y gente por doquier le animaban a ganar; todo mundo le echaba porras y el periodista raudo se encaminó a la conquista del cetro.

Ni “El Vaquero”, “El Borrego”, “El Memo” o “La Lola”, en ese tiempo sudando la gota gorda en sus campañas,  podrían diseñar una mejor estrategia que la de Oscar hacia tan contundente victoria.

Ganó miles de simpatías con su baile estilo “calambre” que al ritmo de la música de Los Pikadientes de Caborca derrochaba por la Serdán durante las manifestaciones precarnestolendas.

Tras ser coronado Rey Feo por el alcalde Antonio Astiazarán Gutiérrez y su esposa Patricia Ruibal de Astiazarán, Oscar entró en un compás de tranquilidad.

Por supuesto, dice, durante el Carnaval todo fue baile, alegría, brindis y sonrisas, saludos y participación en eventos oficiales, pero igual quiso dar lustre a la corona.

Se preocupó por los niños huérfanos del Rancho San Humberto; por los ancianos del Cobijo San José; por los indigentes del Mesón de Jesús, por tanta gente que requiere la ayuda de todos.

“Traté de ser un digno Rey, marcar esa distinción para ayudar en lo que pudiera a la gente que más nos necesita y lo digo en serio; esto no se trata de unos cuantos días de fiesta”, expresa.

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